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Dios es amor. Cuando ame, participará de la dignidad y de la gracia.
Ya les hablé
sobre la paz, la alegría, el silencio, la vida
y la libertad.
Ahora quiero hablar sobre el amor. Se trata del tema más difícil, porque
el amor es algo tan vasto, que es casi como Dios mismo, en su dimensión
y misterio. De vez en
cuando, parece que vislumbramos el amor, lo entendemos vagamente. Pero
no creo que nadie entienda realmente esa cosa misteriosa. Voy a
discurrir sobre dos aspectos del amor: el amor como creación y el amor
como identificación. Comienzo a hablar
del amor como creación contándoles un cuento adorable sobre los indios
americanos, uno de mis favoritos. Hubo un indio guerrero que encontó un huevo de águila en el tope de una montaña y puso ese huevo de águila junto con los huevos que iban a ser empollados por una gallina. Cuando el tiempo llegó, los pollitos salieron del cascarón, y la pequeña águila también. Después de un tiempo, ella aprendió a cacarear como las gallinas, a escarbar la tierra, a buscar lombrices, limitándose a subir a las ramas más bajas de los árboles, exactamente como todas las otras gallinas. Y su vida transcurría en la conciencia de que era una gallina. Un día, ya vieja, el águila terminó mirando al cielo y tuvo una visión magnífica. Allá en el azul claro, un pájaro majestuoso volaba en el cielo abierto, como si no necesitase hacer el más mínimo esfuerzo. El águila vieja quedó impresionada. Se volvió hacia la gallina más próxima y dijo: "¿Qué pájaro es aquél?" La gallina miró
hacia arriba y respondió: "¡Ah! Es el águila dorada, reina de los
cielos. Pero no pienses en ella. Tú y yo somos de aquí abajo." Y el
águila no miró nunca más hacia arriba y murió en la conciencia de que
era una gallina. De esa manera, como todo el mundo la trataba, de esa
manera creció, vivió, murió. ¿Sabe lo que
significa el amor como creación? Mirar el águila
y tener conciencia de quién es realmente, para que ella pueda abrir las
alas y volar como el águila dorada. Es crear, en ella, al águila. Un famoso psicólogo
norteamericano coordinó una experiencia notable. ¿Sabe lo que hizo?
Aplicó a todos los niños de la secundaria un test de CI un poco antes
del final del año lectivo. Los psicólogos escogieron diez o doce nombres
de alumnos y dijeron a cada uno de los profesores: "Esos diez niños
estarán en su clase. Sabemos, por los tests, que son los que llamamos,
técnicamente, superdotados. Ustedes verán que ellos estarán en el primer
lugar del curso al final del año lectivo. Tienen
que prometer no decir nada de esto al grupo, porque eso podría hacerles
mal." Y los profesores prometieron no decir nada. El hecho es que no
había ningún superdotado en aquella selección y que el experimento no
fue más allá de escoger diez o doce nombres al azar y enviados a los
profesores. Después de un año, los psicólogos volvieron a la escuela.
Hicieron tests a todos los niños y, ¿saben lo que sucedió? Todos los
superdotados aumentaron su CI en un mínimo de doce puntos. Algunos
aumentaron treinta y seis puntos. Los psicólogos se entrevistaron con
los profesores y preguntaron: "¿Qué encontraron en esos niños?"
Rápidamente, los profesores usaron adjetivos como "inteligentes,
dinámicos, vivos, interesados", etc. ¿Qué podría haber
pasado con esos niños si sus profesores no hubiesen pensado que tenían
superdotados en el salón? Fueron los profesores los que desarrollaron en
los estudiantes todas las potencialidades. Los psicólogos
repitieron la experiencia en otras escuelas y hasta con animales.
Siempre con éxito. Dijeron a estudiantes de psicología que hiciesen
experiencias con ratones: "Vamos a conseguir una nueva raza de ratones
que actuarán mejor." Y los ratones actuaron mejor, aunque fuesen de la
misma raza que los otros. Y llegaron a la conclusión de que se debía a
que los estudiantes los trataban con más dedicación. Esperaban más de
los ratones, y los ratones correspondían a sus expectativas, que eran,
de algún modo, comunicadas a los animales. Desde la primera
vez que oí hablar de esa experiencia, me acordé de un gran
norteamericano: el padre Flannagan, fundador de la Ciudad de los Niños.
El hombre se volvió una leyenda que llegó hasta la India. Al comienzo
fundó ese lugar para ayudar a los menores abandonados. Después, para
ayudar a delincuentes. Cuando la policía no sabía ya qué hacer, el padre
Flannagan los llevaba a la casa. La historia dice que él no hablaba
nunca con los muchachos. Me acuerdo de una historia al respecto, que me
impresionó vivamente. Un niño de ocho
años mató al padre y a la madre. ¿Usted puede
imaginar lo que puede haber pasado con ese muchacho, para que se haya
vuelto tan violento con tan pocos años? Fue varias veces preso por
organizar robos a bancos. La policía no sabía qué hacer con él: era
menor, no podían procesado ni encarcelado, no podían mandado a un
reformatorio, porque tenía que tener un mínimo de doce años para eso.
Llamaron al padre Flannagan y le dijeron: ..¿Acepta a este niño?"
El padre respondió: "¡Claro, mándenmelo!" Muchos años
después, el niño escribió su historia: ..Me acuerdo del
día en que viajaba hacia la Ciudad de los Niños en aquel tren, con un
policía, pensando: Me están mandando con un cura. Si ese hombre dice que
me ama, lo mato."
¡Y el niño era
un asesino! ¿Qué sucedió? Fue a la Ciudad
de los Niños, y
así continúa la historia: golpeó a la puerta de Flannagan y éste dijo: "¡Entre!"
El niño entró, y Flannagan dijo: "¿Cómo te
llamas?" Y el niño: "Dave,
señor."
Y
Flannagan: "¡Dave! Bienvenido a la Ciudad de los
Niños. Te estábamos esperando. Ahora que estás aquí, debes querer dar
una vuelta para conocer todo. ¿Sabes que aquí
todo el mundo trabaja para vivir? Alguien te mostrará
todo. Tal vez puedas escoger una ocupación, pero ahora descansa, da una
ojeada al lugar. Ahora puedes irte. Después te veo." Y el muchacho dijo
que aquellos pocos segundos cambiaron su vida. ¿Sabe por qué? "Por
primera vez en mi vida, miré a los ojos de un hombre que, sin usar
palabras, no decía que me amaba, sino: Usted es bueno, usted no es malo,
¡usted es bueno!" El niño se volvió bueno. Como nos dicen los
psicólogos, tenemos tendencia a ser lo que sentimos que somos. ¿Puede
pensar en algo más espiritual y más divino que eso? Que veamos la bondad
en alguien, que le comuniquemos eso a la persona, y que como resultado
ella se transforme. La persona será recreada. El amante crea el amor. Él
ve la belleza allí y, porque la ve, la extrae. Frecuentemente, las
personas preguntaban al padre Flannagan cuál era la razón de su éxito. Y
el padre Flannagan no respondía a la pregunta, porque el principio que
seguía era: "No existe muchacho malo." Flannagan vio la bondad, hacía
brotar esa bondad de cada muchacho que protegía. Él creaba la bondad. Es esto lo que
quiero comunicarle como amor. Un aspecto del
amor. ¿Le gustaría tener un poco de la sensibilidad del padre Flannagan?
Tengo la certeza de que a todos nos gustaría ser como él, porque todos
queremos amar. Si usted
quiere desarrollar ese tipo de percepción, tiene que entrar en una
escuela de amor. Tiene que hacer ejercicios, no muy difíciles, pero
tampoco muy fáciles. ¿Cuáles
son? Comience por lo siguiente: piense en alguien que ama profundamente.
Imagine que esa persona está sentada frente a usted, hable con ella con
amor. Dígale lo que significa para usted el que haya entrado en su vida.
Y luego de hacer esto, tome conciencia de lo que siente. Cuando se
entusiasme, en el ardor de este ejercicio, cambie al siguiente: Piense
en alguien que no le gusta. Usted está de pie frente a esa persona.
Cuando la mire, intente encontrar algo bueno en ella. Haga un esfuerzo
para ver la bondad. Si le resulta difícil hacer eso, puede imaginar que
Jesús está de pie a su lado y que mira a la persona. Él será el profesor
en el arte de mirar, en el arte de amar. ¿Qué se ve? ¿Qué bondad, qué
belleza puede detectar en la persona? Si Jesús volviese a la Tierra,
¿cuál piensa que seria la primera cosa que notaría en la humanidad? La
inmensa bondad, la confianza, la sinceridad del puro amor. En la humanidad hay
océanos de bondad entre los seres. Él lo notaría inmediatamente, porque
la persona buena ve la bondad en todo lugar. La persona mala
nota el mal, porque tiende a verse en los otros, ¿no? Un reflejo de sí
misma. Imagine a Jesús
mirándolo. ¿Qué verá? Pasemos al
tercer ejercicio, probablemente el más difícil. Pero si usted quiere
realmente amar, tiene que pasar por él. Imagine a Jesús exactamente ahí,
frente a usted. Él habla con usted sobre toda la bondad, la belleza y
todas las cualidades que ve en usted. Si usted fuese como la mayoría de
las personas, va a comenzar a acusarse, probablemente, de toda clase de
defectos y de pecados, y Jesús va aceptar eso. Porque para Jesús ninguna
historia es una novela. Cuando Él vio el
mal, lo llamó por su nombre y lo condenó. Pero no condenaría nunca al
pecador, sólo condenaría el pecado. Piense en cómo miraba a una
prostituta en las páginas del Evangelio. Y cómo
miraba a un ladrón, a un publicano endurecido, hasta a los fariseos y a
las personas que lo estaban crucificando. ¡Ahí está, de pie, frente a
usted! Y usted acusándose de todos sus pecados, y Él aceptando,
admitiendo que usted tiene todos esos defectos. Pero Él comprende, hace
concesiones. Esos defectos no interfieren la bondad y la belleza que Él
ve en usted. Eso no es difícil de comprender. Piense en usted mismo. Piense en alguien
que ama. Si usted mira realmente a esa persona, verá que tiene defectos.
Y aun así, esos defectos no impiden su amor por ella, ni impiden ver la
bondad de ella. Imagine a Jesús haciendo eso. Y vea qué efectos trae
esto para usted. Acepte el amor de Jesús y de aquellos que lo aman. Cuando Jesús se
encontró con Simón Pedro por primera vez, el Evangelio nos cuenta que el
Maestro vio en este hombre lo que nadie podía sospechar que hubiese
allí, y lo llamó roca, piedra. Yen eso se transformó Pedro. Imagine,
entonces, que Jesús está ante usted. ¿Qué nombre le daría a usted? Antes de pasar a
otro aspecto del amor, quiero contar un cuento de hadas occidental.
¿Sabía que los cuentos de hadas contienen gran sabiduría? Es la historia
del sapo y la princesa.
Un día, la bella
princesa fue a caminar por el bosque y encontró un sapo. El sapo la
saludó muy delicadamente. La princesa se asustó de
un sapo que
hablaba la lengua de los hombres.
Pero el sapo le
dijo: "Su Alteza Real, no soy un sapo de verdad. Soy un príncipe, pero
una bruja me transformó en sapo." La princesa, que
era de corazón bondadoso, respondió: "¿Hay alguna cosa que se pueda
hacer para quebrar ese hechizo?" El sapo respondió:
"Sí, la bruja dice que si encontrase a una princesa que yo amara, y ella
se quedase conmigo tres días y tres noches, el hechizo se rompería y yo
volvería a ser un príncipe." La princesa podía
ya ver al príncipe en aquel sapo. Llevó el sapo consigo al palacio. Todo
el mundo decía: "¿Qué criatura repugnante es la que traes?" Y ella respondía:
"No, no es una criatura repugnante, ¡es un príncipe!" Y mantuvo el sapo
consigo noche y día, en la mesa, en un almohadón mientras dormía.
Después de tres días y de tres noches, ella vio al joven y bello
príncipe, que le besó la mano con gratitud por haber quebrado el
hechizo y haberlo transformado en el príncipe que era. Ese cuento de hadas
es la historia de todos nosotros. ¡De algún modo, fuimos transformados
en sapos y pasamos la vida buscando a alguien que quiebre el hechizo y
nos recree! ¿Se encuentran muchas personas como el P. Flannagan?
Dios es desconocido. Pero cuando hacemos una imagen
de Él, ¿es Él por lo menos tan bueno como el mejor de todos nosotros?
Quizás Dios dice así: "¡Ángeles! ¡Trompetas! ¡Ahí ven al príncipe! ¡Ahí
ven a la princesa!" ¿Es así como nos trata? ¿Aun viendo todos los
defectos? Se debe reflexionar sobre esto, porque tendemos
a transformarnos en el Dios que adoramos. Pensemos ahora en
el amor como identificación. En la India, los
místicos y los poetas se preguntaron muchas veces quién es la Persona
Santa. Y llegaron las lindas respuestas: La Persona Santa es
como una rosa. ¿Se ha oído decir a alguna rosa: "Daré mi fragancia
solamente a las personas buenas que me huelan, y voy a negar mi perfume
a las personas malas"? ¡No, no! Expandir perfumes es parte de la
naturaleza de la rosa. La Persona Santa es
como una lámpara encendida en un cuarto oscuro. ¿Puede una lámpara decir
que va a iluminar solamente a las personas buenas y esconder su
luminosidad de las personas malas?
La Persona Santa
es como un árbol que da sombra tanto a las personas buenas como a las
personas malas. El árbol da su sombra hasta a la persona
que lo está
cortando. Y si fuese aromático, dejaría su perfume en el hacha: ¿No es
exactamente eso lo que Jesús dice cuando nos manda ser misericordiosos
como nuestro Padre celestial, que hace llover sobre buenos y malos? ¿Que
hace brillar el sol sobre justos y pecadores? ¿Cómo podemos llegar algún
día a ese tipo de amor? Por la comprensión, por una comprensión o
experiencia mística. ¿Qué significa eso? ¿Usted ya tuvo la experiencia
de que somos millones de personas en un solo Cristo? Pablo afirma que
todos somos un solo cuerpo, miembros unos de otros. Ésa es la imagen del
cuerpo. Así como mi cuerpo y yo. Nosotros no somos dos, pero tampoco
somos la misma cosa. ¡Yo no soy mi cuerpo, pero no somos dos! ¡Y cómo
amo a mi cuerpo! Cuando un miembro de mi cuerpo o un órgano está enfermo
o sano, yo lo amo de la misma forma. Entonces, aquí está
esa comprensión que es dada a algunas personas bienaventuradas. Ellas
son diferentes de las otras, pero no están separadas, son un solo
cuerpo.
Hay un cuento
hindú sobre siete locos que se dirigen a una aldea para ir a una especie
de gran banquete, y vuelven a casa, tarde en la noche, ebrios y más
locos que antes. Empieza a llover y se protegen bajo un árbol. Al
despertar, a la mañana siguiente, comienzan a lamentarse en voz alta. Un
caminante se
detiene y dice:
"¿Qué sucede?" "Dormimos debajo de
este árbol y nuestros miembros, manos y piernas, se mezclaron. De manera
que no sabemos a quién pertenecen las manos y las piernas." Y el
caminante dijo: "Eso es fácil. ¡Denme una rama de espino." Pincha una pierna,
y el dueño grita: "¡Ay!" El caminante dijo: "¡Ésta es su pierna!"
Continúa pinchando manos y piernas diferentes y separando a los locos. Cuando alguien se
lastima, es maltratado, yo digo "¡Ay!" Algo sucedió. Amor como
identificación. ¿Podemos hacer algo para conseguir esa gracia? No, es un
don. Todo lo que podemos
hacer es preparamos. Usted no puede
creer, pero yo digo que si usted sintiese o mirase, o se sentase y
tomase contacto con usted mismo, llegaría al silencio, y las cosas le
serían reveladas. Todo lo que podemos hacer es preparar el suelo. Y si
usted practicara ese ejercicio que estoy recomendando, se estaría
preparando para esa gracia. Algún día, con toda esperanza, ella le será
dada. La aplicación de
los ejercicios de este libro traerá buenos resultados para todos, pero
el amor como identificación, sólo Dios podrá darlo.
Dios es el Desconocido, Dios es Misterio, Dios
es Amor. Por eso, toda vez que usted esté
amando, estará participando de la divinidad y de la gracia. En un mundo
de conciencia viciada y sospechosa, ¿puede usted pensar en un camino
mejor hacia Dios?
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Los puntos suspensivos indican pausas.
Si este ejercicio se realiza en grupo, al final del mismo debe ofrecerse un espacio para que, quien quiera, pueda comunicar lo que se ha vivido. Después de esto, en nuestro grupo solemos dejar un tiempo para pedir o dar gracias a Dios.
Si el ejercicio se hace de forma individual, suele ser muy útil dedicar un tiempo a escribir lo que se ha experimentado. Esto ayuda a integrar la experiencia y a profundizar en ella. De lo contrario, puede que al poco tiempo hayamos olvidado todo lo que descubrimos con ocasión del ejercicio. Sin embargo, si hay poco tiempo, es mejor hacer el ejercicio tal cual y, si se puede, en otro momento escribir sobre él.
Notas:
1 Basado en el capítulo "EL AMOR" incluido en Tony de Mello, S.J Caminar sobre las aguas (1994) Ed. Verbo Divino, pp. 29-33.