El regreso1

Comienza por volver a ti mismo, por hacerte presente a ti mismo...

 

Dice San Agustín que debemos regresar a nosotros mismos, hacer de nosotros mismos un escalón hacia Dios...

 

Así pues, vuelve a casa. Sé consciente del lugar en el que ahora mismo estás...

de cuál es tu postura...

qué es lo que estas pensando...

sintiendo...

experimentando...

 

No dejes que brote un solo pensamiento del que no seas consciente...

 

Ni una sola emoción por esquiva que sea...

 

¿Cuántas sensaciones -sutiles, minúsculas y tenues o crasas, abultadas y obvias- eres capaz de percibir en una exploración de toda la superficie de tu cuerpo de la cabeza a los pies?

 

Ahora toma conciencia de los sonidos que te rodean...

y comprueba cómo persiste tu actividad auditiva...

cómo el "Yo" sigue oyendo...

 

Haz lo mismo con tu respiración...

 

y con tu percepción...

 

No hay necesidad alguna de pensamientos o sentimientos, ni de ningún tipo de intuiciones especiales.

Sé consciente tan sólo de la actividad auditiva del yo...

de la actividad perceptiva del yo...

o de la actividad respiratoria del yo...

y volverás a tu casa -a tu propio yo-

y el yo se hará silencioso

y Dios no estará lejos.

 

 

 

Si este ejercicio se realiza en grupo, al final del mismo debe ofrecerse un espacio para que, quien quiera, pueda comunicar lo que se ha vivido. Después de esto, en nuestro grupo solemos dejar un tiempo para pedir o dar gracias a Dios.

 

Si el ejercicio se hace de forma individual, suele ser muy útil dedicar un tiempo a escribir lo que se ha experimentado. Esto ayuda a integrar la experiencia y a profundizar en ella. De lo contrario, puede que al poco tiempo hayamos olvidado todo lo que descubrimos con ocasión del ejercicio. Sin embargo, si hay poco tiempo, es mejor hacer el ejercicio tal cual y, si se puede, en otro momento escribir sobre él.

 

Notas:

1 Basado en el ejercicio "EL REGRESO" incluido en Tony de Mello, S.J (1984) "EL MANANTIAL" Ed. Sal Terrae (pp. 243-244)