Emil Brünner
Teólogo protestante; n. el 23 dic. 1889 en Winterthur;
inició su actividad docente como catedrático de instituto en
Inglaterra; desde 1924 fue profesor de Teología sistemática
y práctica en Zürich. Brünner ha sido uno de los fundadores
de la «teología dialéctica». Después de pensionarse en 1953,
enseñó durante tres años en la Univ. intern. cristiana de
Tokio. Murió el 6 abr. 1966 en Zürich. Brünner es sin duda
uno de los pensadores protestantes más moderados de nuestro
siglo. Su pensamiento teológico está abierto a todos los
campos: al político, al social, a la ciencia racional, a la
exégesis moderna, al ecumenismo... evitando todo
radicalismo. En la producción intelectual de Brünner podemos
distinguir tres fases fundamentales: reacción contra la
teología liberal, ruptura con Barth en torno al problema de
la teología natural, y desarrollo de su pensamiento
sistemático.
Reacción contra la teología liberal.
En sus dos primeras obras Erlebnis, Erkenntnis und Glaube
(Vivencia, conocimiento y fe, 1921) y Die Mystik und das
Wort (La mística y la palabra, 1924), lucha contra la
teología de la «experiencia piadosa», que partía de la
experiencia subjetiva del creyente, considerando como un
representante típico de ese procedimiento a Schleiermacher.
Brünner ataca el antropocentrismo de dicha teología, ve allí
el peligro de que el hombre se quede siempre en el ámbito de
su propia experiencia y no oiga la voz de un Dios distinto
de él. Combate especialmente el intento de la teología
liberal de concebir a Cristo como una sublimación del
hombre, en lugar de descubrir en Él la revelación de un
mundo totalmente desconocido, de un Dios infinitamente
elevado por encima de todo lo mundano. Con los dos términos
«palabra» y «mística», Brünner quiere contraponer la
revelación bíblica al liberalismo teológico o
neoprotestantismo. Brünner entiende por «mística» la
experiencia de valores intramundanos y por «palabra» la
autocomunicación de un Dios personal y distinto del mundo.
En esas dos primeras publicaciones, Brünner sigue la línea
de Barth.
Ruptura con Barth:
el problema de la teología natural. En Natur und Gnade
(Naturaleza y gracia, 1934), y también en Das Gebot und die
Ordnungen (El mandato y los órdenes, 1932), Brünner defiende
una Revelación de Dios en la naturaleza, apoyando su tesis
en lugares bíblicos como Rom 1,18-20; 2,14-15; Act 14,8 ss.
Dios, dice Brünner, pone en sus obras el sello de su
esencia. En correlación con esa revelación natural, él
defiende la configuración esencial del hombre con Dios. La
imagen natural de Dios en el hombre, la cual perdura aun
después del pecado, consiste en su condición de sujeto, es
decir, en la capacidad que el hombre tiene de entender la
palabra de Dios y de responder a ella, aunque de hecho no la
entienda ni le dé una respuesta. Por eso, la revelación o
gracia divina encuentra un punto de apoyo en la naturaleza
humana. Brünner insiste en que se trata de una mera
capacidad de entender y de responder a Dios, y en que la
actualización de esa facultad sólo se produce bajo el
influjo de la Revelación cristiana. Pero el hombre no podría
recibir la Revelación (v.) si no estuviera dotado de una
receptividad esencial con relación a ella. Brünner defiende
igualmente la existencia de «órdenes naturales» o
estructuras inmutables de la creación donde se manifiesta la
voluntad divina. El hombre puede conocerlos y actuar en
conformidad con ellos en virtud de sus facultades
esenciales. Ese comportamiento ético no conduce a la
justificación (v.), pero constituye un verdadero
cumplimiento de la voluntad divina. Por el hecho de que el
hombre conoce el bien y el mal antes de la Revelación, ésta
puede apoyarse en su conciencia de pecador. De otro modo,
sería absurdo el que la Revelación comenzara inmediatamente
con el tema de la redención. S. cultiva la teología natural,
especialmente, por su afán de dialogar con los no creyentes,
con los intelectuales y con la juventud moderna. Según
Brünner, el desprecio de la teología natural conduce al
aislamiento de la Iglesia. Barth (v.), el cual por lo menos
entonces sostenía la tesis (defendida antes por Kierkegaard,
v.) de que la Revelación no sólo da el hecho sino también la
posibilidad de conocer a Dios, atacó despiadadamente a
Brünner en su Nein! Antwort an E. Brünner ( jNo! Respuesta a
E. S., 1934), acusándole especialmente de que, al aceptar la
teología natural (v. TEODICEA) y la analogía, había dado el
paso decisivo hacia el catolicismo.
Desarrollo de su pensamiento sistemático. La obra de Brünner
gira en torno al personalismo en la concepción del hombre y
de la verdad. Brünner, influido por Ferdinand Ebner y Martin
Buber (v.), destaca qúe el hombre está esencialmente
referido a algo diverso de él. En su preguntar por sí mismo,
muestra que su propia naturaleza está en una realidad
superior; si ya se poseyera, no se buscaría. Según Brünner,
el yo del hombre implica una relación estructural al tú
divino y, sólo al reconocer su ordenación a ese tú, se
convierte a sí mismo en persona. De ahí que Brünner cifre la
esencia del hombre en su responsabilidad o capacidad de dar
una respuesta a la palabra divina. El hombre concreto puede
responder, pero de hecho no responde a la palabra de Dios.
En su obra Der Mensch im Widerspruch (El hombre en
contradicción, 1937) muestra el carácter contradictorio de
la naturaleza humana. La contradicción está en que el hombre
vive en oposición a su origen; en lugar de proyectarse hacia
Dios, a cuya imagen ha sido creado, gravita sobre su propio
yo. Así, la vida se hace excéntrica. Junto con su recta
ordenación a Dios, el hombre pierde también la relación a la
persona del prójimo. Y, como el ser humano está
esencialmente referido a otro, al perder su proyección
altruista, la misma naturaleza del hombre (no sólo un
aspecto accidental) se hace contradictoria. La esencia
humana vuelve a su cauce original gracias a la revelación,
que libera al hombre de su egocentrismo y lo proyecta hacia
el tú de Dios y del prójimo.
En su obra Die Wahrheit als Begegnung 1938; (trad. esp.: La
Verdad como encuentro, Barcelona 1967), Brünner interpreta
el concepto de verdad en armonía con su altruismo
antropológico. Del mismo modo que se opone al concepto
griego de hombre ( «animal racional» ) por considerarlo de
un modo absoluto y no en su referencia a un tú, critica
también la noción intelectualista de verdad. Brünner afirma
la penetración del pensamiento griego en el cristianismo,
que según él, conduciría a una tergiversación de la fe
cristiana. A causa de la helenización, dice, la noción
personalista de la fe bíblica se convertiría en un concepto
intelectualizante. Brünner ve un abismo entre los verbos de
movimiento (de acción personal) con que la Biblia describe
la historia de la Revelación divina, y las ideas de ser y de
naturaleza que caracterizan al pensamiento griego. La misma
noción de verdad, dice. -«adecuación del entendimiento con
el objeto»- es una consecuencia del dualismo griego. Por su
aplicación a la Revelación cristiana, ésta se convertiría,
según él, en una comunicación de verdades doctrinales
inaccesibles a la razón, y la fe quedaría reducida a un
asentimiento teórico a las doctrinas reveladas. Brünner
formula su propia concepción de la verdad en el mismo título
de la obra que terminamos de mencionar: «Verdad como
encuentro». Con esa formulación, él quiere expresar el
carácter histórico y personal de la verdad. Bíblicamente
hablando. dice Brünner. ésta no es un cielo eterno abierto a
la contemplación intelectual de los hombres de toda época,
no es algo que esté de un modo definitivo en la estructura
del mundo y de la mente humana, sino que, por el contrario,
acontece en el espacio y en el tiempo. La verdad se ha
hecho, ha devenido, es histórica; Dios la revela en sucesos
espaciales y temporales. y lo que Dios revela consiste
primordialmente, no en la comunicación de un conocimiento
teórico. sino en la entrega de su propia persona al hombre.
La meta de la autocomunicación divina no está tanto en el
enriquecimiento de la mente humana con doctrinas teóricas,
cuanto en hacer verdaderos a los destinatarios de la
Revelación, es decir, en abrirlos a una relación personal
con su Creador. La palabra divina reviste el carácter de una
«llamada». De ahí que la fe (v.), dice, no consista
propiamente en el acto de saber, sino en una respuesta
personal, en una entrega, en un acto de confianza. Postula,
en suma, Brünner una oposición entre lo personal y lo
noético, que (desconociendo el carácter vital y unitivo del
conocimiento) le lleva a oponerse a todo intento de
considerar especulativamente la verdad.
Brünner desarrolla su eclesiología a base de esa concepción
de la verdad bíblica. En la obra Das Missverstiindnis der
Kirche (La tergiversación del concepto de Iglesia, 1951 ),
Brünner se queja de que haya habido una confusión lamentable
en la concepción de la Iglesia, que consistió, según él, en
concebirla como institución jurídica y en identificar ese
concepto con lo que el N. T. entiende por Iglesia ( ekklesia).Según
Brünner, la Iglesia del N. T. es una dimensión personal. Se
realiza por el hecho de que los hombres son aprehendidos por
la palabra de Dios y entran en relación con él. Los hombres
aprehendidos por la palabra de Dios constituyen ciertamente
una comunidad visible, pero ésta -dice Brünner-, tal como se
refleja en el N. T., es una «hermandad» basada en una misma
experiencia de fe y no una sociedad jerárquicamente
estructurada con potestad de dominio sobre los creyentes.
Brünner piensa que la eclesiología tradicional cifró
unilateralmente los signos distintivos de la verdadera
Iglesia en la «palabra» y el «sacramento», olvidando muchas
notas distintivas mencionadas en el N. T., las cuales no son
de índole institucional, sino personal, po ej.: la fe viva,
el soportar el dolor, el celo en el servicio, el auténtico
amor fraterno, la exhortación mutua...Lo que Brünner
entiende por Iglesia incluye los sacramentos, los
ministerios eclesiásticos y una ordenación transitoria
-conforme la situación lo exija- de la vida comunitaria.
Pero, según él, eso queda falsificado cuando se intenta
suplantar al espíritu vivo mediante una organización humana,
cuando la comunidad y la fe personales se unen a una
declaración dogmática de la fe ya una ley disciplinar de la
Iglesia. En paralelismo con sus afirmaciones sobre la
verdad, y la oposición establecida entre doctrina y
encuentro, sostiene aquí una oposición entre la institución
y la comunidad personal que lo aboca a un claro irrealismo
eclesiológico.
Juicio crítico. En conjunto, la obra de
Brünner constituye un intento de reflexión sistemática sobre
el núcleo del mensaje bíblico con una peculiar tendencia
eclesiológica que sin duda giran en torno al carácter
personal del hombre. Desde este punto de vista, Brünner ha
hecho un esfuerzo valioso y duradero por volver la teología
hacia su centro de gravedad. Por su afirmación de la
teología natural, Brünner coincide en una posición
importante con el pensamiento católico. El que la imagen de
Dios en el hombre consista en una relación personal (en lo
cual Brünner coincide, p. ej., con Barth, v.) es un
pensamiento que la teología católica deberá tomar en
consideración. Cae, sin embargo. en una visión simplista del
pensamiento griego y en un juicio apriorístico sobre una
supuesta oposición radical entre lo griego y lo bíblico, que
le lleva a afirmaciones que desnaturalizan muchos aspectos
acertados de su punto de partida. Sus afirmaciones sobre la
«helenización» del cristianismo son reflejo de esa
simplificación: al hablar así Brünner cae en un prejuicio
-común a otros protestantes de su época y posteriores- que
le impide alcanzar la profundidad teológico-metafísica a la
que por otra parte aspira, y que le conduce a poner en duda
o a negar aspectos capitales del dogma cristiano. La
oposición que establece entre la verdad como conocimiento y
la verdad como encuentro, lo que le expone a un agnosticismo
o a un irracionalismo; la incomprensión que demuestra por la
doctrina trinitaria de la época patrística; su eclesiología,
en la que resalta justamente que la Iglesia es una comunidad
de personas, pero en la que no consigue armonizar lo
personalista y lo institucional, son otras tantas
manifestaciones de la dificultad y la deficiencia a la que,
con la opción señalada, se ha condenado. De otra parte, en
el intento de superar la contraposición sujeto-objeto, en el
fondo, Brünner tiende a cierto monismo idealista. Su
antropología, donde rechaza la distinción sustancial entre
cuerpo y alma, es un indicio que habla en este sentido.
“LA VERDADERA dialéctica no es un monólogo del pensador
solitario. Es un diálogo entre el Yo y el Tú” (Ludwig
Feuerbach)
El teólogo suizo Emil Brunner afirmó que la verdad no
consiste tan sólo en una proposición a la cual damos nuestro
asentimiento intelectual, sino en un encuentro entre
personas. Propuso así una distinción entre la verdad-esto,
-relativa a los objetos-, y la verdad-Tú, -la que concierne
al conocimiento entre personas-, siendo la última superior a
la primera por cuanto la incluye pero al mismo tiempo la
supera. La verdad-Tú sería, pues, la categoría que hay que
aplicar al conocimiento de Dios por parte del hombre, el
cual no puede reducirse a meros conceptos, por veraces que
sean puesto que, en lo que atañe a Dios, la verdad no puede
ser menos que un encuentro personal entre el yo humano y el
Tú divino que, en último término, es el resultado de la
interpelación que el Yo divino hace al tú humano. Es
por ello que la verdad del evangelio consiste en el
encuentro consciente de cada ser humano con Dios mediante el
conocimiento personal y directo de Jesús de Nazaret.
Sólo así hallan su auténtico sentido declaraciones como
éstas, en boca del Señor: “y conocerán la verdad, y la
verdad los hará libres… Así que si el Hijo los libera, serán
ustedes verdaderamente libres… Yo soy… la verdad…” (Jn.
8:32, 38; 14:6). La verdad es una persona, no un concepto. Y
por lo mismo Dios no puede ser menos que un Dios personal
que desea relacionarse con cada uno de nosotros, sus más
privilegiadas criaturas, en términos profundamente
personales. Y las personas se conocen mediante el trato
mutuo. Es por eso que en la Biblia “conocer” significa más
que el simple acto de “saber” algo en términos intelectuales
o poseer alguna información particular y designa más bien el
punto más elevado y culminante que es posible alcanzar en
una relación entre personas, como el que se da por ejemplo
en las relaciones íntimas de la pareja bendecida por Dios en
el vínculo matrimonial: “Conoció Adán a su mujer Eva, la
cual concibió y dio a luz a Caín” (Gén. 4:1 RVR). Y de
manera análoga, este es el sentido íntimo y profundo en que
Dios conoce a los suyos (Rom. 8:29; 11:2; 1 Cor. 8:1-3; 2
Tim. 2:19) y espera ser conocido y correspondido por
nosotros (HeBrünner 8:11-12):
“Conozcamos al Señor; vayamos tras su conocimiento” Oseas
6:3 NVI
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