LA RESPUESTA1

 

Escucho los sonidos a mi alrededor...

lo mejor que puedo para prepararme

a escuchar el evangelio...

 

Ahora oigo cómo Jesús me dice

algunas de las frases

que ya dijo en los evangelio.

Dice, por ejemplo:

"¿Quién dices tú que soy yo?"

 

Pero no respondo inmediatamente.

Dejo que las palabras suenen y resuenen

en mis oídos por algún tiempo...

observando cómo reacciona

mi corazón ante ellas...

 

Y sólo cuando ya no puedo contenerme más,

reacciono efectivamente,

con una simple palabra...

o con el silencio...

 

Y hago lo mismo con otras frases del evangelio:

 

"¿Me amas?"

 

"Ven, sígueme."

 

"Tanto tiempo como llevo contigo

¿y aún no me conoces?

 

"¿Crees?

Todo es posible para el que cree?"

 

 

 

Si este ejercicio se realiza en grupo, al final del mismo debe ofrecerse un espacio para que, quien quiera, pueda comunicar lo que se ha vivido. Después de esto, en nuestro grupo solemos dejar un tiempo para pedir o dar gracias a Dios.

 

Si el ejercicio se hace de forma individual, suele ser muy útil dedicar un tiempo a escribir lo que se ha experimentado. Esto ayuda a integrar la experiencia y a profundizar en ella. De lo contrario, puede que al poco tiempo hayamos olvidado todo lo que descubrimos con ocasión del ejercicio. Sin embargo, si hay poco tiempo, es mejor hacer el ejercicio tal cual y, si se puede, en otro momento escribir sobre él.

 

Notas:

1 Basado en el ejercicio "LA RESPUESTA" incluido en Tony de Mello, S.J (1984) "EL MANANTIAL" Ed. Sal Terrae, PÁG 112-113. Es por otra parte un ejercicio corto: se puede hacer en 30 minutos. No hay porque hacer todas las frases evangélicas. Tres pueden ser suficientes.