LA EDUCACIÓN1

 

Los evangelios nos cuentan cómo Jesús se volvió y miró a Pedro - y cómo aquella mirada transformó el corazón de Pedro (MT 26, 75).

 

Si hoy regresara Jesús al mundo, ¿qué es lo primero que miraría?...

 

Imagino que lo primero que atraería su atención sería la arrolladora bondad que hay en la humanidad. Los buenos ven bondad por todas partes; los malos ven maldad, porque todos tendemos a ver en los demás el reflejo de nosotros mismos.

 

Con su mirada, Jesús descubre el amor, la rectitud y la bondad que se oculta en todo ser humano.

 

Le observo cómo mira a una prostituta...

y luego la miro yo tal como él lo hace, para descubrir lo que él ve en ella...

Le veo posar su mirada en los rigurosos recaudadores de impuestos...

en una mujer adúltera...

en un ladrón crucificado junto a él...

¡y aprendo el arte de mirar!

 

Cuando Jesús mira el mal, lo llama por su nombre y lo condena de modo inequívoco.

Sólo que, allí donde yo veo malicia, él ve ignorancia. En el momento de su muerte le veo cómo silencia su indignación contra los fariseos; él ve más allá de la aparente malicia de éstos: "¡Padre; perdónalos, porque no saben lo que hacen!"

Me tomo mi tiempo para mirar y escuchar, porque ello educará mi corazón...

 

Ahora soy yo quien se fija en el mundo. Imagino que cada vez que me encuentro con un extraño...

o me introduzco en un grupo de personas...

veo la bondad de cada una de ellas.

 

Me fijo en todas las personas con las que vivo y trabajo...

¿Cuánta bondad soy capaz de ver en cada una de ellas?...

 

Me resulta imposible amar a las personas "malas"...

y a la gente que me desagrada...

a no ser que, al igual que Jesús, sepa ver el bien en ellas. De modo que me imagino a Jesús aquí, junto a mí, enseñándome a verlas de nuevo: a ser indulgente, a saber descubrir la ignorancia y otras circunstancias atenuantes...

 

Tras de lo cual, digo a cada una de ellas algo parecido a lo siguiente: "Tus hechos son malos, sin duda, pero tú eres bueno". O bien: "Condeno el mal que estás haciendo, pero no puedo censurarte, porque en realidad no sabes lo que haces..."

 

Para concluir el ejercicio, me expongo a mí mismo a la amorosa mirada de Jesús...

Mientras miro a sus ojos, me maravillo de la bondad que él detecta en mí...

Yo tiendo a culparme a mí mismo de todo lo malo que hago -él condena sin ambages mi pecado, pero se niega resueltamente a condenar al pecador.

 

Al principio trato de eludir su amorosa mirada, pues es demasiado misericordiosa y, dado lo que me aborrezco a mí mismo, no puedo soportarla...

Pero sé que debo aguantar dicha mirada si quiero aprender a mirar a los demás como él me mira a mí...

 

 

Los puntos suspensivos indican pausas.

 

Si este ejercicio se realiza en grupo, al final del mismo debe ofrecerse un espacio para que, quien quiera, pueda comunicar lo que se ha vivido. Después de esto, en nuestro grupo solemos dejar un tiempo para pedir o dar gracias a Dios.

 

Si el ejercicio se hace de forma individual, suele ser muy útil dedicar un tiempo a escribir lo que se ha experimentado. Esto ayuda a integrar la experiencia y a profundizar en ella. De lo contrario, puede que al poco tiempo hayamos olvidado todo lo que descubrimos con ocasión del ejercicio. Sin embargo, si hay poco tiempo, es mejor hacer el ejercicio tal cual y, si se puede, en otro momento escribir sobre él.

Notas:

1 Ejercicio "LA EDUCACIÓN" incluido en Tony de Mello, S.J (1984) "EL MANANTIAL" (pp. 191-194) Ed. Sal Terrae.