Pienso en las ocasiones en que estoy vivo...
y aquellas
otras en que estoy muerto...
Considero
atentamente
los rasgos que
adopto
en unas y en
otras ocasiones...
La vida
aborrece la seguridad,
porque la vida
significa arriesgarse,
exponerse al
peligro,
incluso a la
muerte.
Dice Jesús que
quien desee salvar su vida,
la perderá;
y que quien
esté dispuesto a perder su vida,
la salvará...
Pienso en las
veces
en que he
rehusado arriesgarme...
en que me
encontraba cómodo y seguro...
Momentos en
que me he quedado estancado.
Y pienso en
aquellas otras veces
en que me he
atrevido a arriesgarme...
a cometer
errores...
a ser un
fracasado...
y un loco...
a ser
criticado por los demás...
cuando me he
atrevido a correr el riesgo
de salir
lastimado...
y de lastimar
a otros...
¡Entonces
estaba vivo!
La vida es
para el que se aventura.
El cobarde
perece.
La vida está
reñida con mi manera de percibir
lo que es
bueno y lo que es malo:
tales cosas
son buenas y deben buscarse;
tales otras
son malas y deben evitarse.
Comer del
Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal
significa la
exclusión del paraíso.
He de aprender
a aceptar todo cuanto
la vida pueda
traer consigo, el placer y el dolor,
la pena y la
alegría.
Porque, si me
cierro al dolor,
entonces
perece mi capacidad de placer
— me endurezco
a mi mismo
y reprimo lo
que considero
repugnante e
indeseable,
y en esa
dureza y en esa represión
están la
rigidez y la muerte.
Por tanto,
decido experimentar el momento presente
en toda su
integridad,
sin llamar
buena o mala a ninguna experiencia.
Pienso en
aquellas experiencias
que me
infunden temor...
y, en la
medida de mis posibilidades,
permito que se
produzcan
y dejo de
oponerles resistencia...
La vida va a
una con el cambio.
Lo que no
cambia, está muerto.
Pienso en las
personas fosilizadas...
Pienso en las
ocasiones en las que
yo mismo he
estado fosilizado...
sin cambio
alguno, sin novedad:
siempre los
mismos viejos y caducos conceptos
y normas de
comportamiento,
la misma
mentalidad, las mismas neurosis,
los mismos
hábitos y los mismos prejuicios...
Las personas
muertas tienen
un miedo
connatural al cambio.
¿Qué cambios
se han producido en mí
durante los
últimos seis meses?
¿Qué cambios
se producirán hoy?...
Concluyo este
ejercicio
observando la
naturaleza que me rodea:
tan flexible,
tan fluida,
tan frágil,
tan insegura,
tan expuesta a
la muerte...
¡y tan viva!
Observo
durante bastantes minutos…